Entre la desilusión y el fervor: la militancia peronista volvió a copar la casa de Cristina Kirchner en una jornada electoral marcada por la derrota

La casa de Cristina Fernández de Kirchner, donde cumple prisión domiciliaria por su condena en la causa Vialidad, volvió a convertirse este domingo en el epicentro emocional y político de la militancia peronista. Desde temprano, cientos de simpatizantes comenzaron a concentrarse en la esquina de San José y Humberto Primo, en el barrio de Constitución, donde se vivió una jornada que fue mutando entre la expectativa, la frustración y finalmente una suerte de celebración inesperada cuando la ex mandataria salió al balcón cerca de las 21.45. “Optimista”, según describieron algunos dirigentes que la visitaron, Cristina saludó, hizo gestos de corazón y hasta se animó a bailar, pese a la derrota de Fuerza Patria a nivel nacional, en la Provincia y en la Ciudad de Buenos Aires.

La concentración frente a la vivienda de la ex presidenta fue, a lo largo del día, el principal termómetro del ánimo peronista. Hubo puestos de choripanes, remeras con su imagen y bebidas alcohólicas —pese a la veda— donde el fernet se vendía a 8.000 pesos, la cerveza a 4.000 y el choripán a 6.000. La Marcha Peronista sonó repetidas veces, junto al himno y a cánticos en apoyo a la ex mandataria, a quien la militancia reclamaba insistentemente que saliera al balcón. Muchos portaban carteles de La Cámpora y exigían “libertad” para Cristina. Sin embargo, tras conocerse los primeros resultados que favorecían al oficialismo nacional, el clima cambió: las caras largas comenzaron a imponerse y parte de los manifestantes empezó a desconcentrarse. “Fraude”, gritaron algunos con bronca, antes de que la luz del balcón encendida reavivara las esperanzas.

El saludo de Cristina se produjo cuando casi nadie lo esperaba. A las 21.45 apareció en el balcón de San José 1111, sonrió, agradeció los aplausos, bailó y se retiró diez minutos después, desatando el estallido festivo de los militantes que aún permanecían en el lugar. Entre ellos estaba Ruth Barrionuevo, de 45 años, que viajó desde Merlo junto a su familia. “Vine a compartir un momento con los compañeros y compañeras que están acá presentes. Espero que los resultados no me sorprendan para mal”, dijo, y agregó: “Hay mucha gente que está perdiendo el trabajo y los sueldos están bajos. No creo que el país mejore mientras siga este Presidente”. Otra vecina, Camila Barrionuevo, de 56 años, aseguró que la ex mandataria está “presa injustamente” y pidió por su liberación: “No es normal que una persona que fue presidenta dos veces esté presa. Hoy vengo por eso, para que se termine la injusticia y que el país mejore”.

A pocas cuadras, en la sede del PJ porteño —convertida en búnker de Fuerza Patria—, la jornada transcurrió con un clima más austero y en silencio. Pasadas las 18, las candidatas Kelly Olmos y Lucía Cámpora fueron las primeras en hablar con la prensa. “La presidenta de nuestro partido a nivel nacional está proscripta”, afirmó Olmos, mientras Cámpora sostuvo que Cristina está “más secuestrada que presa”. Con el correr de las horas, los referentes del espacio asumieron que los resultados serían adversos. Recién cerca de las 22, Mariano Recalde subió al escenario para brindar un mensaje en clave de resistencia: “Queríamos agradecerle a cada uno de los militantes que se puso esta campaña al hombro. Aumentamos la representación de Fuerza Patria en la Ciudad… Queremos formar un bloque consolidado para ponerle un freno a Milei”, declaró. También reafirmó que “la única lucha que se pierde es la que se abandona”, antes de retirarse entre aplausos.

Sobre el cierre del día, con los últimos festejos por el ingreso de Lucía Cámpora a la Cámara de Diputados, la militancia porteña marchó caminando hacia la casa de Cristina Kirchner, que una vez más se convirtió en el escenario simbólico donde el peronismo procesó la derrota, buscó consuelo y recuperó, aunque sea por instantes, algo de mística.