En un giro dramático para la política económica argentina, el presidente Javier Milei se enfrenta a una creciente presión y escepticismo del mercado financiero tras los recientes desarrollos en el Banco Central. Lo que inicialmente fue un argumento defensivo contra las críticas por una supuesta corrida cambiaria, ahora se convierte en un desafío para la credibilidad del gobierno.
El mes de junio marcó un hito negativo para la gestión de Milei en el Banco Central, con un saldo deficitario por primera vez desde su asunción. El presidente admitió que este cambio no es meramente coyuntural, sino un indicativo de una nueva tendencia, donde la presión por la salida de dólares durante el invierno se intensificará.
En respuesta a esta situación, se ha delineado un nuevo discurso oficial, destacado durante la reciente conferencia de prensa del ministro de Economía, Luis “Toto” Caputo, y el presidente del BCRA, Santiago Bausili. Este nuevo enfoque relativiza la acumulación inmediata de reservas y anuncia una fase de “emisión cero”, en un intento por transmitir estabilidad y calma al mercado.
Sin embargo, las señales del mercado no reflejan esta tranquilidad esperada. Las cotizaciones de acciones y bonos continúan en descenso, con un índice de riesgo país que se mantiene elevado alrededor de los 1.470 puntos. Los analistas expresan preocupación por el calendario desafiante de pagos pendientes, que incluye importantes sumas hacia el FMI y otros organismos internacionales, así como vencimientos significativos de bonos soberanos en los próximos años.
La consultora 1816 advierte sobre el desafío económico que enfrenta el país, especialmente en un contexto donde el Banco Central podría convertirse en un vendedor neto de divisas en el segundo semestre del año, exacerbando las tensiones cambiarias y financieras.
El anuncio de una “fase 2” en la estrategia económica de Milei, que ahora se centra en la “emisión cero”, ha generado expectativas y críticas. Mientras el presidente sostiene que este enfoque facilitará un proceso desinflacionario y podría allanar el camino hacia el levantamiento de los controles cambiarios, los economistas ortodoxos y diversos actores del mercado cuestionan la viabilidad y efectividad de estas medidas en un contexto tan complejo.
Las opiniones divergen también en relación al futuro del cepo cambiario. A pesar del ajuste en el impuesto PAIS, que hace más atractivo el tipo de cambio para las importaciones, persisten dudas sobre la capacidad del gobierno para estabilizar el mercado cambiario y fomentar un entorno propicio para la inversión y el crecimiento económico sostenido.
En medio de este panorama incierto, las críticas hacia el gobierno se intensifican, con llamados cada vez más fuertes para una revisión exhaustiva de la política cambiaria actual. Voces prominentes, como la del economista Ricardo López Murphy, señalan las limitaciones del cepo actual y urgen por reformas más profundas que puedan restaurar la confianza del mercado y estimular la actividad económica.
En conclusión, mientras Milei y su equipo buscan navegar por estas aguas turbulentas con una estrategia de “emisión cero” y ajustes en el impuesto PAIS, el desafío sigue siendo considerable. La capacidad del gobierno para implementar políticas coherentes y efectivas será crucial para determinar el rumbo económico del país en los próximos meses y años, en un contexto global y local cada vez más desafiante.