Mientras el centro-sur de Buenos Aires enfrenta un exceso de agua tras las intensas lluvias de fines de febrero y principios de marzo, el norte del país atraviesa una de las sequías más severas de los últimos años. La región este de Santiago del Estero, en particular, presenta un panorama crítico que impacta tanto en la agricultura como en la ganadería. A pedido de la Sociedad Rural del Noreste Santiagueño, una consultora especializada en agricultura y ganadería de precisión analizó la situación climática y los resultados fueron alarmantes.
El informe indica que, aunque la campaña 2024-2025 comenzó con lluvias superiores al promedio en noviembre, acumulando 251 mm entre septiembre y diciembre, los meses siguientes mostraron un marcado descenso en las precipitaciones. Entre enero y marzo solo se registraron 186 mm, muy por debajo del promedio de 433 mm para ese período. En marzo, directamente no llovió. Este déficit hídrico se combinó con una ola de calor extrema: en febrero se registraron 14 días con temperaturas superiores a 40°C, y dos jornadas superaron los 45°C, un fenómeno inusual para la región.
Esta combinación de sequía y calor afectó más de 4,8 millones de hectáreas en Santiago del Estero, principalmente en los departamentos de Moreno, Alberdi, Copo, Figueroa y Juan Felipe Ibarra. En promedio, el 58% de la superficie analizada se encuentra en categoría de sequía severa y otro 35% en categoría de sequía alta. En el departamento Moreno, el más golpeado, el 64% del área relevada está en estado crítico. “La etapa de polinización del maíz coincidió con la sequía y las altas temperaturas, lo que afecta directamente la fecundación del grano”, explicó Marcelo Herasimchuk, presidente de la Sociedad Rural de Quimilí.
Quimilí, ubicada en Moreno, ha pasado de ser una zona netamente ganadera a consolidarse como una de las más importantes en la producción de maíz y soja del país. “El departamento Moreno se convirtió en el tercer productor de maíz a nivel nacional y el cuarto en soja”, destacó Herasimchuk. Sin embargo, la crisis climática pone en jaque esta evolución. “El año pasado la chicharrita nos complicó y ahora enfrentamos esta sequía. La situación es muy difícil, no solo para el productor, sino también por el impacto que tiene en la economía de los pueblos”, advirtió.
La ganadería también sufre las consecuencias. Con más de 600.000 hectáreas dedicadas a la agricultura, la zona aún mantiene una importante actividad ganadera. Pero la falta de maíz y pasturas está forzando a muchos productores a desprenderse de su hacienda. “Mientras haya maíz, el ganadero puede suplementar con grano. Pero si no hay maíz ni pasturas, no queda otra que vender los animales, y hacerlo en mal estado nunca es buen negocio. La vaca flaca no vale mucho”, lamentó Herasimchuk. La región enfrenta así no solo una emergencia agropecuaria, sino también una amenaza directa al entramado económico y social de sus comunidades rurales.